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El supuesto más importante de nuestro actual Paradigma es que no hay dioses influyendo en la realidad Física, justamente eso es lo que permitió que nos desligáramos de una cosmovisión mítica del Universo. Toda influencia todo efecto en la naturaleza proviene de causas propias también de la naturaleza.
El supuesto más importante de nuestro actual Paradigma es que no hay dioses influyendo en la realidad Física, justamente eso es lo que permitió que nos desligáramos de una cosmovisión mítica del Universo. Toda influencia todo efecto en la naturaleza proviene de causas propias también de la naturaleza.
Se supone que la realidad (el mundo Físico) no puede ser afectada por la irrealidad (el mundo Metafísico). Ahora, ¿cual es el criterio para establecer la diferencia entre lo real y lo irreal?
Si hacemos la siguiente pregunta veremos claramente la diferencia entre lo que consideramos real y lo que consideramos irreal:
“¿De qué están hechas las imágenes de nuestros sueños?”
Ésta es una pregunta total y absolutamente inútil e inválida dentro del paradigma Lógico, Científico-Físico y cultural actual ya que, dentro de él, nuestros sueños no son reales, pertenecen a un mundo irreal porque no están hechos de materia ni de átomos ni de energía. Si, hipotéticamente hablando, pudiéramos sacar un objeto de nuestros sueños, por ejemplo un automóvil, e intentáramos poner en colisión este automóvil onírico con un automóvil real, nadie esperaría que se produzca efectivamente un choque y vuelen pedazos del automóvil onírico con otros pedazos del automóvil real, por el aire.
Por la misma razón las cosas reales entonces, las cosas que existen en el Universo, deben estar necesariamente hechas de algo, eso es lo que les da existencia, eso es lo que determina todas sus características, su forma, su peso, su color, etc. De lo contrario las cosas no serían reales y, si invertimos este “experimento virtual” y en lugar de sacar un automóvil onírico para ponerlo acá, en la realidad, sacamos desde la realidad un automóvil real y lo ponemos en nuestros sueños, tampoco podría chocar con un automóvil onírico, por los mismos argumentos expuestos anteriormente.
De la misma forma en que dentro de nuestro paradigma Lógico, Científico-Físico, no cabe la intervención de algún o algunos dioses en los fenómenos naturales, tampoco cabe la intervención de nosotros (los seres humanos) con nuestros sueños o nuestras ideas o nuestras intenciones o nuestra mera observación. Evidentemente si resulta lógico y aceptable, dentro del paradigma, nuestra intervención cuando lo hacemos a través de nuestra fuerza física, motora o nuestros aparatos tecnológicos, pero insisto, en ningún caso debiéramos poder intervenir en la materia a través de nuestros sueños o nuestros pensamientos, porque nuestros pensamientos no son reales vale decir, no están hechos de materia.
Para que las cosas, cualquier cosa, cualquier ente, interactúe con otras cosas, con otros entes, deben tener algo en común que permita dicha interacción. Dentro de la cosmovisión que comienza a surgir con la filosofía, dentro de la cosmovisión que comienza a construirse con la filosofía, lo que tienen en común por ejemplo, un ser humano y una piedra y gracias a lo cual es posible que una actúe sobre la otra y viceversa es que ambas están hechas de algo material. Para Thales ambas estarían hechas, en último caso, de Agua y esa Agua sería la sustancia última sobre la cual se construye la estructura de todas las cosas, de todos los entes.
Dentro del primer paradigma (mítico) no existía un criterio claro desde el cual se pudiera distinguir lo real de lo irreal, incluso me atrevería a decir que tal discurso, tal forma de hablar, no era ni tan siquiera posible ya que todo eran dioses o estaba controlado por dioses, hecho por los dioses y por lo tanto todo interactuaba con todo. Los dioses e incluso los muertos podían hablarnos y darnos señales en nuestros sueños y también cuando estábamos despiertos.
Recién dentro del segundo paradigma (materialista), en dónde las cosas están hechas de algo (lo que sea), comienza a desarrollarse una forma de hablar en la cual estas distinciones entre lo real y lo irreal resultan posibles. El criterio fundamental que se utiliza para distinguir lo real de lo irreal dentro de la cosmovisión materialista imperante, está ligado precisamente con la materialidad. Este criterio materialista se ha sentado incluso como fundamento de racionalidad, como ya dije, si pensara que las imágenes de mis sueños pueden influir directamente en la realidad de mi vigilia, evidentemente se diría de mí que estoy hablando estupideces, se me llevaría a un siquiátrico o se me canonizaría (dependiendo del discurso que invoque y de los intereses que provoque).
Esto, que puede parecer sumamente trivial (dado los miles de años de costumbre mental), encierra una importancia radical en la cual un cambio de visión respecto a estos criterios involucra un cambio total en nuestra forma de ver y explicarnos el Universo y puede ser un interesante punto de partida (no fue éste el mío) para una reflexión que, de seguro, puede llevarnos a comprender la invalidez de todos nuestros criterios materialistas, deterministas, científicos. Muy pocas veces se ha cuestionado la idea de que las cosas deben estar hechas de algo sino todo lo contrario, esa pregunta se ha transformado en la pregunta ontológica por excelencia y ha sido validada durante milenios. En toda la experiencia científica se ha dado por descontado que todas las cosas deben estar hechas de algo. Justamente eso ha sido lo que ha impulsado la búsqueda de ese algo. Primero, desde la observación más simple, luego con microscopios ópticos y electrónicos y en la actualidad, incluso, se han construido mega aceleradores de partículas con altos costos económicos con el afán inagotable de continuar escudriñando la materia, buscando de qué está hecha, pensando que gracias a eso, podremos entender cómo funciona el Universo. El supuesto de que todas las cosas deben estar hechas de algo es tan fuerte que, el sólo hecho de plantear una interrogante al respecto, produce una “dislocación mental”, ese es el nivel de convencimiento que hemos desarrollado, curiosamente, contra toda experiencia.
Pienso que en realidad todo interactúa con todo, pienso que crear de manera artificial dos mundos (uno real y otro irreal) no tiene ningún sustento lógico ni sustento empírico, en otras palabras, todo indica que aquello que consideramos irreal afecta cotidianamente y de forma directa lo que llamamos real. Lo que explicaré más adelante (en otras publicaciones de este blog) es la forma en que se producen esas interacciones dentro del paradigma que estoy publicando paso a paso y que he llamado tercer paradigma o Teoría de la complejidad creciente.